Por Gustavo Nieto Idiaques
Históricamente,
los líderes han jugado un papel muy importante en las relaciones
internacionales, pues han sido los protagonistas de los grandes cambios a nivel
global, imponiéndose como actores relevantes del escenario internacional y
modificando las agendas de acuerdo a sus intereses o a los de sus Estados (en
el mejor de los casos).
En este sentido, debemos primero
señalar qué es un líder, pues el concepto ha sido utilizado por diversos
autores para denominar a los protagonistas (en su mayoría jefes de Estado) de
las relaciones internacionales. El concepto de “líder” en su connotación más
básica puede referirse a aquella persona que reúne las cualidades naturales o
adquiridas con la capacidad de influir en cierto grupo de individuos bajo su
mando. Sin embargo, para el presente análisis, observaremos a los líderes en su
calidad de tomadores de decisiones de las políticas públicas de los Estados,
dejando de lado a los denominados líderes de opinión, religiosos,
empresariales, etc.
De este modo, se propone retomar el
concepto de líder, en el sentido estricto de su contenido teórico-metodológico
de la disciplina de Relaciones Internacionales, es decir, aquél individuo que
posee o debería poseer las características ideales del político, el diplomático
y el estadista.
A partir de esta precisión, debemos
señalar que el “político ideal” debe ser precisamente aquél que señaló el
antiguo filósofo griego Aristóteles, el zoon
politikon o animal político, es decir, aquél individuo con la capacidad
natural de relacionarse políticamente.
Asimismo, debemos retomar el concepto
del “diplomático ideal” en el sentido que explica Harold Nicolson en su obra La Diplomacia, pues para él “La base de
una buena negociación es la influencia moral y esa influencia se funda, a su
vez, sobre siete virtudes diplomáticas específicas, a saber:
1)
Veracidad. 2) Precisión. 3) Calma. 4) Buen carácter. 5) Paciencia. 6) Modestia.
7) Lealtad.”[1]
Finalmente, para entender al “hombre
de Estado ideal”, debemos rescatar la idea de Durosell, quien nos dice que “El
estadista por excelencia es aquel que […] sabe detenerse, es decir, pasar de
una estrategia ofensiva a una defensiva, cuando sabe que ha logrado sus
objetivos.”[2]
Teniendo en cuenta las características
anteriormente descritas, debemos entender entonces que el líder, será el
individuo que siendo poseedor de estos aspectos, tenga la capacidad de incidir
en las políticas públicas de los Estados y con un gran índice de consenso (o
por la fuerza) modificar en cierto nivel el statu
quo del sistema internacional.
En la actualidad, podemos observar una
evidente ausencia de verdaderos líderes en el sistema internacional. Esto desde
mi perspectiva puede ser explicado por tres razones principales. En primer
lugar, debido al efecto homogeneizador de las sociedades que se ha devenido como
consecuencia de la globalización, pues ante la ola de desafíos que se presenta
a diario en el sistema internacional, ya no existen soluciones “innovadoras” frente
a los problemas por parte de los líderes, pues los intereses involucrados ya no
son exclusivos de un solo Estado sino que inclusive rebasan fronteras, por lo
que se opta por realizar soluciones conjuntas en las que se reparte el costo
político entre los demás jefes de Estado.[3]
La segunda razón, la podría atribuir a
las características propias del modelo neoliberal que se ha propagado por todo
el mundo, pues bajo este esquema, los primeros escaños de los tomadores de
decisiones han sido ocupados en su mayoría por tecnócratas, los cuales toman
decisiones con base en criterios de eficiencia y cálculos y dejando de lado el
factor social y político.
Una última razón que podría señalar a
la falta de liderazgo internacional, es la alta expectativa creada en los
ciudadanos de los Estados como consecuencia del marketing político utilizado para adquirir los puestos de algún
cargo público. Haciendo una analogía de esta premisa: a mayor expectativa, mayor
es la decepción; por lo que los ciudadanos sienten que no están representados
efectivamente y piensan que no existe nadie que “llene” el traje de líder para
enfrentar los grandes problemas del acontecer internacional.
“A
partir de este planteamiento, podemos decir que existe un cambio en la
concepción del estadista u hombre de Estado, que para la disciplina de
Relaciones Internacionales es fundamental, pues paradójicamente en la
actualidad, los actores internacionales como los estadistas, dejan su función
de tomadores de decisiones, para pasar a ser la mera fachada construída a
través de publicidad, de acciones o políticas hechas para satisfacer intereses
distintos a los del Estado. Es decir, ya no existen hombres de Estado, de
quienes nuestra disciplina estudiaba características tales como su
personalidad, conducta y carácter, sino que ahora existen políticos estrella
que se desenvuelven atenidos a libretos escritos por especialistas en
publicidad y marketing político.”[4]
El mundo está a la espera de nuevos
líderes que hagan frente a los problemas que azotan el escenario internacional.
Las nuevas generaciones de líderes tendrán que enfrentarse a una realidad dinámica,
compleja y en la que convergen diversos intereses, por lo que será necesario en
primer lugar, tener muy en claro que la lucha por el poder es la característica
principal del sistema internacional; en segundo lugar, que el hombre es un
animal político y que a la hora de la toma de decisiones, la negociación es una
herramienta sumamente útil y finalmente, que las habilidades diplomáticas pueden
ser de gran ayuda para conseguir las metas deseadas.
[1] Harold
Nicolson. La Diplomacia. México,
FCE, 2ª ed., 1975, p. 96.
[2] Jean
Baptiste Durosselle “La personalidad del estadista” en Pierre Renouvin y Jean
Baptiste Durosselle. Introducción a la
historia de las relaciones internacionales, Traduc. Abdiel Macías Arvizu,
FCE, México, 2001, p. 306.
[3] Un claro ejemplo, es la búsqueda de apoyo por parte del
presidente estadounidense Barack Obama en la reunión del G-20 de este año en
San Petersburgo, para tomar la decisión de intervenir en el conflicto en Siria.
Otro ejemplo, sería la falta de un
verdadero líder en la Unión Europea que consiga consenso para aplicar las
políticas públicas necesarias para apalear la crisis económica en la que se encuentra.
[4]
Gustavo Nieto Idiaques. Tesis de licenciatura en Relaciones Internacionales. Aspectos teórico-metodológicos del modelo estadounidense
de participación mediática en campañas electorales: una referencia para México.
México, UNAM-FCPyS, 2012, pp. 41-42. Véase en: http://132.248.9.195/ptd2013/Presenciales/0690527/Index.html